Descripción general
Se ubican a 4 km de distancia del centro parroquial de El Tingo, su dificultad de ingreso es baja, pues está a 10 m de la vía
asfaltada.
En estas minas según los pobladores, existen cuatro túneles que están abandonados; solo a dos se tiene acceso, cuya
profundidad se desconoce y estos estaban en funcionamiento hace aproximadamente cincuenta años, que coincide con la
apertura de la vía La Maná – Latacunga.
La minera Cotopaxi Exploration Company, se instaló en la parroquia en los tiempos de la segunda guerra mundial con el
objetivo de extraer metales, en especial el cuarzo, los materiales eran sacados en vagones, luego eran molidos, fundidos y
transformados en planchas de por lo menos 40 cm, estas planchas eran negras y se decía que ahí iban mezclado todos los
metales como el oro y el aluminio, la plataforma cargaba solo diez planchas debido a su gran peso.
En la actualidad queda una piscina circular para lavar oro artesanalmente de 10 m de diámetro por 50 cm de profundidad,
al lado derecho de la vía principal.
Para el trabajo en la mina la compañía escogía solo a personas que pesaran 110 lb, pasaban por una revisión médica para la
que tenían que presentarse desnudos, si cumplían con el requisito de peso y pasaban los exámenes médicos los trabajadores
eran fichados, se les daba un número y entraba a trabajar en la mina (cuenta el señor Martínez) muchos de los aspirantes
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no pasaban las pruebas, por razones tanto de peso como de salud, sin embargo había la posibilidad de realizar otros
trabajos en la compañía como leñateros (para la cocina de “los gringos”), ayudantes en la cocina, entre otros, algunos
luchaban por lograr las características físicas como médicas para trabajar en la mina, mientras trabajaban como
trabajadores eventuales, haciendo carreteras por las que se ascendía a un lugar llamado Patiño, para luego descender a el
sitio de nombre Mincho ya que el objetivo de la compañía era empatar las minas de Macuchi con las minas de Minchoa.
No se conocía con exactitud cuántos trabajadores laboraban para la compañía, pero si sabían que dentro de la mina por
jornada el número de mineros superaba a los cien; al lugar donde se les brindaba la alimentación se lo denominaba Fonda
Mina, eran varias que se encontraban numeradas y se repartían por todo el lugar. Don Raúl Martínez (entrevistado) ganaba
tres sucres diarios como leñador y cuando era trabajador eventual llegó a ganar diez sucres, al final sin liquidación.
En el lugar había muertos a diario, las personas que iban dinamitando y enmaderando el túnel eran los que más peligro
corrían